La bajada no fue como esperaba después del periodo de recuperación. La distancia comenzaba a pasar factura en los piés y empezaba a notar los primeros síntomas de ampollas que me impedían colocar perfectamente la planta del pié. No quiese decir nada al grupo, aunque algunos hacían intención de acompañarme, pero ya comenzaban a aparecer los primeros síntomas de desilusión. Pero la vida te guarda extraordinarias sorpresas y antes de llegar al control de Rascafría, enclavado en la zona del albergue del Puente del Perdón, recibía la primera de las sorpresas: mis queridos amigos del Puerto se habían parapetado detrás de la tapia de Las Presillas y me recibían con una clamorosa ovación .... Estaba claro que no les podía defraudar.
Pero si eso fue entrañable, no encuentro palabras para describir la alegría que me dió cuando ví en medio del camino a los amigos Ángel L. "El Niño", Elisa y ...... Rafa ¡y con las muletas! No supe qué decir ¡Gracias amigos por estar con todos los participantes de Peñalara en un día tan significativo para nosotros!
La recuperación en el control fue rápida ... gracias a los bocatas de jamón y queso que los voluntarios no dejaban de preparar y nosotros de engullir. La verdadera recuperación fue después del excelente masaje que me proporcionó "El Niño" (ahora te lo puedo decir: si no llega a ser por esas maravillosas manos allí mismo me hubiese quedado)
Con esas fuerzas recobradas y agrupados (las "polvorillas" seguían a su ritmo ... más tarde le pasaría factura a Carolina) nos dirigimos hacía el pueblo de Rascafría (un recuerdo especial al peñalaro Fernando que estaba en el semáforo de la carretera) y comenzaron las rampas camino del Puerto del Reventón.
Pasada la zona del Carro del Diablo, a mitad del desvivel total respecto al punto final en el Puerto, la distancia que me separaba del grupo comenzaba a minar de nuevo mi moral. El dolor en la planta del pié derecho me hacía pensar insistentemente en la retirada ... no sé que me hizo continuar pero cuando llegué al control del Puerto, situado unos 100 m. de desnivel por debajo del propio Puerto, recobré los ánimos gracias a la ayuda del grupo (unos me ayudaban a cambiarme de camiseta, otros a llenar la bolsa de hidratación). En este punto ya estábamos todos agrupados y tuve la sensación de poder finalizar la prueba ..... qué lejos de la realidad.
El atardecer en esta zona es espectacular. Las imágenes de la puesta de Sol sobre la Cresta de Claveles, divisada al fondo desde las lomas de la cuerda de Los Neveros, fue una de las mejores sensaciones de la jornada. ¿Y quién nos iba a decir que los goles de la selección de futbol de España (en la jornada de cuartos contra Paraguay) se iban a propagar a través de la carrera por toda la montaña? Fué inenarrable ¡Para que luego digan que los montañeros no tenemos otras pasiones!
La marcha cada vez se hacía un poquito más complicada. La noche avanzaba y el ritmo cada vez era un poco más lento. Era el momento de sacar las frontales (y la luz roja de seguridad que debíamos portar en la zona trasera de cada corredor ... eh Nuria) y permanecer agrupados. Excelente idea de la organización en este tramo de la carrera: dispuso una serie de zonas de resguardo donde los controles de seguridad (que no de paso) solicitaban agruparse a los corredores solitarios. Algunos de estos controles lo tenían pero que muy bien planteado (su tortilla de patata, sus sacos de dormir; lo que se dice un verdadero vivac de campo base). El grupo permanecía a duras penas agrupado y así llegamos a las rampas de Peñalara pasando por las crestas de Los Pájaros y Claveles.
Sinceramente, si el GTP hubiese tenido un poco menos de zona llana y un poco más de rampas, creo que hubiese tenido un aliciente superior para mí. Llegado a esta parte mantuve un excelente ritmo de ascenso y con menos dificultades que en los tramos anteriores, y ya noche cerrada, comenzamos a divisar el paso por la Cresta de Claveles. La organización dispuso un despliegue de medios excepcional (múltiples voluntarios, zonas con señalización luminosa especial) Más tarde, en Navacerrada, me encontré con una persona que se había ido hacia la propia Cresta ... no sé cómo pudo evitar los controles que te impedían, por seguridad, remontar hacia la loma superior.
La llegada a la cumbre emblemática para nuestro Club y para la prueba, Peñalara, fue otra de las grandes sensaciones de la jornada: el amigo Joaquín Bejarano señalando los últimos metros (qué cansado estaba de permanecer allí durante tanto tiempo) y el amigo Jesús Corrales en el control de paso (qué abrazo nos dimos). Paramos para reagruparnos de nuevo y tomar alguna barrita preparando la bajada. La vista de la meseta norte castellana con las múltiples zonas de población iluminadas es un expectáculo digno de ser contemplado alguna vez en la vida. Invito a los lectores a subir un día de principio de verano a contemplar el paisaje desde la cumbre más alta de la Comunidad de Madrid.
Ya en los primeros metros del descenso el grupo volvió a fraccionarse: Paco lideraba el grupo formado por Carlos, Nuria y Juan Carlos (Ismael y Susana ya habían iniciado el descenso), quedando el "rastro de las Polvorillas" (Carolina y Silvia) y yo algo más atrás.
Las dificultades con que Carolina abordaba las primeras rampas hacia Chozo Aranguez nos hizo pensar que se encontraba en verdades dificultades. No obstante, un ritmo tranquilo y constante, así como los ánimos reiterado de Silvia nos permitó llegar al Chozo. Pasado ese control de seguridad, iniciamos el largo descenso hacia La Granja, punto final de la marcha por el macizo de Peñalara.
A los escasos 300 m. del chozo, y aprovechando que tenía que cambiarme de calcetines por haber metido el pié en un arroyuelo, Carolina nos pide descansar unos minutos ... síntoma de que la cosa ya no iba nada bien. La hora (en torno a las 1:30 de la madrugada), la altitud y la brisa serrana le obliga a parar para cambiarse de ropa ... el cansancio ya hace mella en todos y alguna aprovecha para quedarse dormida un poquito.
Este sitio es expectacular ... la frondosidad del bosque, los múltiples arroyos que descienden desde Peñalara, los prados abiertos. Ya hablé de la zona en otra entrada del blog y no me voy a repetir. No obstante, el cansancio acumulado no nos permite disfrutar y marchamos como zombies. Sé que no debo parar porque no podré retomar el ritmo necesario y, cuando Carolina nos anuncia su decisión de abandonar en La Granja, comienzo a distanciarme de ellas y establezco una estrategia de supervivencia que me permitirá encontrar motivación para llegar al siguiente control: divido el espacio que tengo que recorrer en 4 tramos y calculo el tiempo por cada uno de ellos. Fijar metas conocidas (gracias amigo Paco por animarme a recorrer el GTP entrenando, eso me ayudó) y relativamente asumibles me iba animando cuando eran alcanzadas.
Llegar a las calles de La Granja, con el bullicio y la algarabía de la celebración del Mundial de Fútbol, me hizo despertar. Paso el control y me siento (qué lujo de control nos montaron en el pueblo), recuperándome a base de calditos (gracias amigo Luis Alonso por tu caldo del Bar Castilla) y alguna tapilla del poco embutido que los compañeros habían ido dejando (ya sabéis el refrán de quién llega el último ...) A los pocos minutos llega Silvia y me transmite la mala noticia de que Carolina baja a un ritmo muy lento y le ha pedido que se adelante para no quedar cortada por el timpo de paso. Gracias al padre de Silvia nos enteramos más tarde que al final no iba tan lenta y que se recuperó en el control de La Granja, confirmando su retirada que realizó en el coche del padre de Silvia hacia Navacerrada.
Son las 4:00 de la madrugada y hay que comenzar el útimo tramo que nos llevará a Navacerrada. El itinerario ha vuelto a cambiar (mejor esta nueva opción que evita el paso por prados muy encharcados) y casi sin darnos cuenta estamos en Valsaín. El camino discurre por la senda real, paralelo al río Eresma, sin apenas desnivel y algo monótono a estas horas .... esto hace que Silvia, y esto no os lo creeréis, ¡camine dormida! Miraba a sus ojos y los llevaba cerrados ¡¡¡increible pero cierto!!! Ya no sabía que contarla ... que no podemos parar, que nos quedaremos dormidos y podemos tener una hipotermia, que la Casa de Pesca (siguiente control de paso) está cada vez más cerca ... los argumentos se me acababan.
Ya comienza a clarear el día y parece que lo peor ya ha pasado. De repente llegamos a una zona que pensaba que estaba muy cercana a Casa de Pesca. En realidad se trataba de Boca del Asno. Ahí ya me hundí ... una parada técnica me hizo reflexionar y reconocer que el ritmo de marcha que llevábamos impediría conseguir el objetivo y, si abandonaba, tal vez Silvia lo podría conseguir. Dicho y hecho. Le anuncio a Silvia mi renuncia; trata de motivarme pero no lo consigue; nos damos un abrazo de despedida y le deseo suerte porque está fuerte para conseguirlo, como así lo hizo.
Me pongo a hacer auto-stop en la carretera y un alma caritativa me recoge a los pocos minutos ¡con la pinta que tenía! Costó que me entendiera que hacía un tipo así a las 6 de la madrugada por ese sitio pero me salvó de llamar a casa para que vinieran a recogerme ¡¡gracias amigo!!
Al llegar a la altura del Albergue del Club Peñalara recogimos a otro "getepista" retirado; lo suyo fue más fuerte: se retiró cuando sólo le quedaba subir al Collado de los Emburriaderos y coger el largo descenso hasta Navacerrada pero, como él me dijo, "a los 60 años ya no estoy para sufrir ... si no disfruto, me retiro"
El epílogo fue una larga caminata desde la glorieta del "tirachinas" de Navacaerrada a meta; los lugareños pensaban que estabamos terminando y recibíamos algunos apoyos. La entrada en meta no fue como había soñado pero recibí los ánimos de los presentes: Carlos, Mariano y alguno más. Otra vez será.
Me ha costado terminar esta entrada no por la falta de tiempo para su redacción sino por el bloqueo mental que te ayuda a no recordar algunas experiencias traumáticas. Bueno, reflejarlo en un texto ayuda a su expulsión y ..... me quedo con las caras de todos los que me acompañaron en este maravilloso día. El GTP 2011 ya está en camino y hay que entrar más fuerte.
Saludos, José Antonio.
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